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Lecturas de la Misa, 30 de abril de 2024 Encuentre Meditación por Fecha

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San Pío V, Papa (Memoria opcional)

Antífona de entrada

El Señor lo eligió sumo sacerdote, le abrió sus tesoros y derramó sobre él toda clase de bendiciones. Aleluya.
O bien:
Este es el sacerdote eterno que agradó a Dios en sus días: y por eso el Señor le prometió engrandecerlo en medio de su pueblo con un juramento solemne. Aleluya. Cfr....

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Meditación: Hechos 14, 19-28

Ahí se quedaron bastante tiempo con los discípulos. (Hechos 14, 28)

Pablo fue apedreado y lo dieron por muerto. “Cuando lo rodearon los discípulos”, fue capaz de levantarse de nuevo (Hechos 14, 20). La presencia y las oraciones de sus hermanos creyentes lo ayudaron a recuperarse y le permitieron continuar con su viaje misionero junto a Bernabé. Luego de esta muestra de amor y apoyo, viajaron a Antioquía, donde ellos a cambio, “animaban a los discípulos y los exhortaban a perseverar en la fe” (14, 22).

¡Es un gran ejemplo de cómo Dios quiere que nos amemos y apoyemos mutuamente! Y no es un ejemplo aislado. San Pablo confiaba en el ánimo de sus hermanos creyentes a donde quiera que fuera, así como ellos confiaban en él.

Esto es lo que Dios desea para todos sus hijos. No podemos hacerlo solos. Necesitamos hermanos en Cristo que nos den ánimo, recen por nosotros y nos cuiden en tiempos difíciles. Y ellos necesitan que nosotros hagamos lo mismo.

Las primeras comunidades cristianas eran pequeñas y muy unidas; tenían que depender los unos de los otros en un mundo hostil solamente para sobrevivir. Pero aun si nuestras comunidades eclesiales son más grandes en la actualidad, siempre debemos hacer el esfuerzo de acercarnos unos a otros. Nosotros, también, vivimos en una cultura que a menudo no entiende ni apoya nuestra fe. ¡Necesitamos gente alrededor nuestro que nos comprenda!

Puede ser tentador asistir a Misa pero no esforzarnos por conocer a las personas que están sentadas a nuestro lado. La timidez, la falta de tiempo o incluso la indiferencia pueden impedirnos acercarnos a ellas. Pero, ¿qué hubiera pasado si los primeros discípulos no hubieran invertido tiempo y esfuerzo en sus relaciones con otros cristianos en sus comunidades de fe? ¡La Iglesia nunca hubiera crecido ni florecido como lo hizo!

Si tienes hermanos que te ayudan a vivir tu fe, permanece cerca de ellos. Dedica tiempo para reunirte con ellos, orar juntos y ayudarse unos a otros en formas prácticas. Si no los tienes, únete a un grupo de estudio bíblico o algún otro grupo donde puedas conocer a otros cristianos. Alguien te necesita, y tú necesitas a esa persona. Confía en que el Señor te ayudará a encontrarlos.

“Señor, gracias por los hermanos y hermanas que has puesto en mi vida.”

Salmo 145 (144), 10-11. 12-13ab. 21
Juan 14, 27-31

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